Reflexión del miércoles. Lo propio de la sal es morder y escocer a los que llevan una vida de molicie

 


San Juan Crisóstomo, en un comentario a las palabras del Señor “Vosotros sois la sal del mundo” (Mt 5 13), nos advierte: «Lo que hay que temer no es el mal que digan contra vosotros, sino la simulación de vuestra parte; entonces sí que perderíais vuestro sabor y seríais pisoteados. Pero, si no cejáis en presentar el mensaje con toda su austeridad, si después oís hablar mal de vosotros, alegraos. Porque lo propio de la sal es morder y escocer a los que llevan una vida de molicie. Por tanto, estas maledicencias son inevitables y en nada os perjudicarán, antes serán prueba de vuestra firmeza. Mas si, por temor a ellas, cedéis en la vehemencia conveniente, peor será vuestro sufrimiento, ya que entonces todos hablarán mal de vosotros y todos os despreciarán; en esto consiste el ser pisoteado por la gente».

Capitular en el bien y la justicia en los que intentamos vivir es suicidar nuestra alma, nuestra conciencia, nuestra misión y nuestra relación con Dios. No tenemos respuesta ante la injusticia. Es legítimo el miedo y no se trata de pura valentía, cabezonería, soberbia o imposición. El justo no es justo para dar lecciones a nadie. El creyente busca y trabaja por el bien porque solo ahí encuentra la paz consigo mismo, con la imagen de Dios en él inscrita. Por eso claudicar tampoco es la solución. El camino está en la perseverancia –muchas veces malinterpretada– y el ofrecimiento gratuito y cargado de amor precisamente por aquellos que nos rechazan:

«El callado sufrimiento interior que lleva consigo la fidelidad al deber, con frecuencia incluso marcado por la soledad y la incomprensión de aquellos a los que uno se entrega, se convierte en vía de santificación personal, al tiempo que cauce de salvación para las personas a causa de las cuales se sufre». (El servicio de la autoridad y la obediencia, CIVCSVA)

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