Salmo 4. Tú que en el aprieto me diste anchura



Salmo de David.
2 Escúchame cuando te invoco, Dios de mi justicia;
tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración.
3 Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? (Pausa)
4 Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
5 Temblad y no pequéis,reflexionad en el silencio de  vuestro lecho; (Pausa)
6 ofreced sacrificios legítimos y confiad en el Señor.
 7 Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?».
8 Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en su trigo y en su vino.
9 En paz me acuesto y enseguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.
 
Orar es tratar de escuchar a otro: un buen ejercicio a tal fin es hacer nuestras las palabras de otro orante. Relee el salmo intentando captar las circunstancias y
sentimientos de su primer autor. Deja que las palabras vayan calando en ti lentamente.

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