Acercando la Palabra de Dios de este domingo a nuestra vida



 Salieron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que se supiera, porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo mata- rán y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero ellos no entendían estas palabras y no se atrevían a preguntarle.


Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: «¿Qué discutíais por el camino?». Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido sobre quién entre ellos sería el más grande. Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: «El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». Tomó en sus brazos a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado a mí»

(Marcos 9, 30-37)

Es muy común decir que vivimos tiempos de ‘crispación’. Esto lo vemos claramente en la política, en redes sociales, en programas de televisión y también en otros aspectos de la vida social: a la mínima, salta la chispa y se producen discusiones, a menudo con violencia verbal y también, por desgracia, física. Y si nos detenemos en nuestro ámbito más personal, comprobaremos que también están muy presentes las discusiones. En general, consideramos a quien no piensa o se comporta como nosotros, no como un mero contrincante que pretende algo distinto, sino como un adversario, como un enemigo al que hay que derrotar y, si es posible, machacándolo.  

¿No sientes en tu interior una llamada a cambiar? ¿ A dejar ese tipo de actitud y aceptar la que el Señor nos plantea en el evangelio de este domingo?


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